Barcelona Cultura
> Acceso al web Tras los muros del Monasterio Reserva de entradas

El refectorio

En el claustro, enfrente de la fuente del Ángel, que servía de lavamanos a las religiosas, se halla el refectorio, que era el espacio donde las monjas comían en silencio. La antecámara de la sala, denominada De Profundis, todavía conserva los armarios adosados a la pared, revestidos de azulejos de Valencia de los siglos XVI y XVIII, donde se guardaban las vasijas individuales de la comida. En este lugar de transición era donde se realizaba la primera plegaria, dirigida a las monjas y los benefactores difuntos de la comunidad.

En la cabecera de la sala se conservan las pinturas murales de Francesc Granell, que datan de 1516 y fueron encargadas por la abadesa sor María de Aragón, de quien también podemos ver el escudo. El conjunto escultórico que acompañaba la escena desapareció durante la Guerra Civil.

El aspecto actual del refectorio se debe a la reforma que a finales del siglo XIX llevó a cabo Joan Martorell, que sustituyó la nave original, con cubierta a dos aguas y vigas de madera apoyadas en arcos de piedra. Siguiendo las corrientes de restauración de la época, para conferir a la sala un aspecto más medieval, se construyeron bóvedas de ladrillo entre los arcos, que ofrecen la apariencia de una cubierta de bóveda de cañón apuntada. El mobiliario también fue renovado con la instalación del púlpito para la hermana lectora, los tableros de granito artificial, los bancos de pared con respaldo de madera y la reja de madera que servía de celosía divisoria entre el De Profundis y el comedor. Al lado del refectorio se halla el acceso a la cocina, que comunica con él a través de una ventana.

La oración regía la vida y las horas en el monasterio. La jornada se dividía de acuerdo con las horas monásticas, mayores y menores. En las horas mayores la comunidad se reunía para rezar durante las laudes, los maitines, las vísperas y las completas. El tiempo que quedaba entre las horas mayores se distribuía siguiendo las horas menores: la prima, la tercia, la sexta y la nona. A las dos se comía en silencio mientras una hermana leía en el púlpito, ubicado en el extremo izquierdo del refectorio. Hasta las cuatro (hora nona) había tiempo libre, que se pasaba en silencio. En la hora nona se rezaba. Después se seguía el trabajo y el recreo en comunidad hasta las siete, hora de las vísperas. A la nueve de la noche se cenaba en silencio en el refectorio y a continuación llegaba el momento de rezo de las completas.

Ajuntament de Barcelona